Hablar del cáncer con su hijo

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Este artículo presenta algunos consejos para hablar del cáncer con su hijo. Empiecen la conversación con la seguridad de que conocen a su hijo/a a la perfección. Saben lo que le divierte y lo que le entristece. Para su hijo, son una fuente de información útil, fiable y adecuada. En estos terribles momentos deben hablar directamente con él, con calma.

La sinceridad se transforma en confianza. Hablen de la enfermedad y de lo que pueda suceder. De esta manera su hijo confiará en ustedes y en el equipo médico. Los niños que no conocen lo que les sucede o el por qué[]suelen tener miedo y ponerse en lo peor.

Colaboren con el equipo médico del niño, incluidos los trabajadores sociales y especialistas infantiles. Los trabajadores sociales son profesionales que hablan con los pacientes y sus familias de las necesidades físicas y emocionales, para ayudarles a encontrar servicios de apoyo. Los especialistas infantiles son profesionales médicos formados en las necesidades físicas y psicológicas de los pequeños. Pueden ayudar al niño a entender y sobrellevar sus problemas de salud.

«Mi hijo era lo suficientemente mayor y maduro para hablar con él de todo.   Me informé todo lo que pude sobre su cáncer, pero al final lo que más tuve que hacer es lo que mejor se le da a los padres: quererle y estar siempre para él».

¿Cómo podemos ayudar a nuestro hijo/a con nuestras conversaciones?

Todo lo que saben de su hijo, unido a la experiencia del equipo médico, pueden ayudar a su hijo a:

  • aprender más sobre el cáncer, su tratamiento y lo que puede pasar durante las diferentes fases;
  • lidiar con los tratamientos o procedimientos dolorosos;
  • gestionar sus emociones y pedir apoyo;
  • controlar la situación un mínimo;
  • ser conscientes de todo el cariño, apoyo y ayuda de las personas que se preocupan por él.
  • Tranquilicen a su bebé cogiéndolo en brazos y acariciándolo. El contacto piel con piel es perfecto. Traigan objetos familiares de casa, como los juguetes o una manta. Las miradas y olores familiares pueden ayudar a que el bebé se sienta más seguro. Hablar o cantar también puede ser muy útil, ya que el sonido de la voz es relajante. Intenten que las hábitos de comidas y sueño sean los mismos en la medida de lo posible.

    «Me di cuenta de que mi hija se relajaba tan solo con canturrear y acariciarle los pies durante los análisis de sangre».

    Si su hijo tiene de 1 a 3 años

    Los niños más pequeños entienden todo aquello que puedan tocar y ver. Les da miedo alejarse de sus padres y quieren saber si algo les va a doler. Los pequeños quieren jugar así que deberán intentar que lo haga de forma segura. A estas edades suelen empezar a tomar decisiones, así que pueden dejar que su hijo/a escoja una pegatina o el sabor de una medicina cuando sea posible. Avisenle con antelación si una prueba o el tratamiento es dolorosa. Si no lo hacen es probable que tenga miedo y lo pase mal.

    «Riley se entretenía con los juguetes de la sala de espera mientras esperábamos al médico. También traíamos una mochila con sus juguetes y su manta favoritos».

    Si su hijo tiene de 3 a 5 años

    Pueden pedir al médico que toque las maquetas, las máquinas o los instrumentos (tubos, vendas o puertos) para que entienda mejor el tratamiento. Si una prueba o tratamiento es doloroso no duden en informar a su hijo/a. También pueden distraerle del dolor con un cuento o con un peluche.

    «En el hospital nos encontramos un libro con dibujos. Jamie siempre quería que se lo leyéramos. Todavía lo tenemos, aunque el tratamiento ya ha acabado».

    Si su hijo tiene de 6 a 12 años

    En estas edades ya entienden que las medicinas y el tratamiento les ayudarán a sanarse. Saben cooperar con el tratamiento pero también quieren conocer lo que puede suceder. Los niños de esta edad suelen tener muchas preguntas, así que deberán estar listos para responderlas o buscar una respuesta juntos. Hablen con el equipo médico para responder a las preguntas o situaciones más difíciles. Las relaciones son muy importantes, ayuden a su hijo a mantener el contacto con la familia y amigos.

    «John acaba de cumplir 11 años y el tratamiento le interesa mucho. Siempre hace preguntas. Le dice a su hermano mayor que no se preocupe, que todo va a salir bien. Los médicos dicen que de mayor será un excelente doctor».

    Si su hijo es adolescente

    Los adolescentes suelen centrarse en los cambios que provoca el cáncer en su vida, amistades, aspecto físico o actividades. Pueden tener miedo o enfadarse por estos cambios y cómo los aíslan de sus amigos. Las amistades son muy importantes a esta edad, así que intente que mantenga el contacto con sus amigos mediante mensajes, correos electrónicos, videollamadas, cartas, fotos o visitas. Algunos usan las RR. SS. para hablar con sus amigos.

    Su hijo/a puede sentir que el cáncer ha reducido su libertad y su privacidad. Esta época es primordial para el desarrollo personal y es probable que su hijo tenga que depender de usted. Puede ser útil dar cierto espacio y libertad a su hijo/a y permitir que encuentre su independencia. Asegúrense de que le incluyen en la organización del tratamiento y la toma de decisiones.

    Algunos adolescentes con cáncer piensan que nada malo puede sucederles; otros tendrán miedo a la muerte. Su hijo/a quizás quiera protegerlos y para ello no expresará sus sentimientos. No den por hecho sus emociones. Observen y escuchen. A muchas personas, incluidos los adolescentes, les cuesta expresar lo que sienten. A veces, les puede resultar más sencillo hablar con un amigo o con el equipo médico que con ustedes.

    «Jackie tiene 14 años y es muy sociable. Queda con sus amigos cuando acaba los ciclos de quimio. Hacen lo que hacen todos los adolescentes: ver películas, jugar a la videoconsola y salir. Este fin de semana hicieron un póster con sus fotos y varios recortes de revistas. Lo colgamos en la pared. Volver a oírla reír fue maravilloso».

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